He de prender nueve velas
arrojar tierra de cementerio,
sobre aquél lugar, donde las mujeres
fumaban mi nombre y apellido.
Escupían luego al suelo,
para mi desventura.
Nueve meses con sus días,
sometiste mi voluntad a tu capricho,
y he de devolver con creces
el martirio.
Aún , desaparezcas, tu alma
no conocerá paz ni
en el mísmisimo infierno,
te lo juro por mis noches en vela,
mis desasosiegos, las heridas tatuadas
en mi piel.
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