Te gustaba acariciar mi piel porque era blanca
como la leche, me decías,
era como la de tu madre.
Tu padre quiso ser médico ,
terminó de dueño de un hostal.
A ambos les gustaba emborracharse
allá en Trujillo y llenarse de helados.
Y me amaste como amabas a la virgen de la Puerta,
con reverencia y veneración.
Ay amor fuiste el más jóven de mis amores,
y así y todo el cuerpo eñgañaba.
Parecías mayor a tus 21 años.
Yo, menor a mis casi 40.
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