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martes, 18 de febrero de 2014

Y no hubo nunca un grupo de chicas tan amigas y  tan lindas como las que formamos las dos Temple y las dos Cooklin. Nuestro barrio se pintaba de amarillo cuando ellas hacían sonar su bicihonda fuera de la casa llamándonos  por las mañanas hasta que   el sol caía y se escuchaba el toque de las campanadas de la iglesia para entrar a casa. Así pasaban los días del verano más feliz de nuestra vida.
Compartiendo el descubrimiento del mundo juntas con los ojos impávidos y el aliento entrecortado.

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