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martes, 18 de febrero de 2014

Recuerdo que desde mi más tierna edad , me sentí parte del pueblo. Jugaba con las hijas de una amiga de mi mamama y quería peinarme con el pelo lacio como ellas. Me encataba la calle por su libertad irresticta y la variedad de personas diferentes que podía conocer.Yo tenía el pelo en cola de caballo, y desde chiquitita me preocupé tanto en mi arreglo personal que mi abuelita Rosa Amelia se molestaba conmigo y me decía: se te va a aparecer el enemigo por la fascinación que sentía por mirarme en el espejo.
A decir verdad, no eran cualquier espejo, sino monumentales de pared y cristal con pan de oro. Muy elegantes, como no me iba a gustar espiarme en ese mundo tan grande reflejado en el espejo. Me gustaba jugar con niñas de todos los colores en la playa, a pesar de los cuidados de mi mamá y de mi mama Gerarda, que era muy celosa con nosotros. Mi hermana siempre fue selectiva y cuidadosa en la amistad y en cada acto de su vida- Yo era espontánea, y mi padre me adoraba y no amé jamás tanto como amé a mi padre. El llegaba y yo lo recibía con toda suerte de mimos y apechurres, lo monopolizaba para mi . Sentía los ojos de ellas mirando con recelo por la atención de mi madre o mi hermana. Es que era un hombre verdaderamente hermoso como un rey, y así lo agasajaba.

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