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viernes, 28 de febrero de 2014

Por las tardes, cuando el sol cae, mi estado de ánimo mejora.
Espero poder ir mañana sin hacerme problemas al gimnasio.
Solo yo puedo ayudarme a mí misma.
Pero el cangrejo muerde duro, los riñones, el hígado y especialmente
el alma. Me invade por su culpa una tristeza honda sin razón.
Cuento mis bendiciones y soy mucho más afortunada que tantas amigas.
Tengo un esposo que amo y me ama, Me entiende. Nunca esperé casarme y soy feliz.
Pero la depresión es cruel, ataca al primer descuido.
Por lo pronto, he dominado mi ansiedad por comer, una batalla importante.
El sol muere en esta sala con  un brillo amarillo que me recuerda a la infancia.
A mi padre, lo más amado.
Debo seguir las instrucciones del médico pero no tengo mucha fe en sus cambios de medicinas.
Valor, que aún me falta mucho trecho por caminar y llegar a la sanidad.

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