Ayer desenmascaré a aquel que raleaba mi rancho,
desde la sonrisa
atormentaba mi noche
y cebaba de mi trigo.
Como una pantera salté,
mis dientes a la yugular
a exigirle ,
mis prebendas.
Ay Dios, e me diste la fuerza y templanza
pues no me tembló el pulso,
ni las manos para escribir,
describir y exigir
los años de martirio,
a los que me tuvo preso
cuando apareció una noche
como un fantasma
a susurrar promesas,
que beneficiaban solo a él.
Mercader sin alma
prometiste la gloria
por una gran cantidad de dinero,
Ay mi Dios, demoré en hablar
de mostrarle que conocía
sus triquiñuelas,
cada una de ellas.
cada una de sus mañas.
Y no lo permitiría más.
por que ahora lo veía como el hombre malo
que era.
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