Quienes leen mis escritos dulces, destilando amor, deben pensar o creer que esto no es más que una versión cursi de una novelita rosa.
Nada más alejado. L y yo, cada uno en su tiempo y juntos hemos atravesado las ardientes tierras áridas de la soledad y la desesperanza, hemos sucumbido a la locura, pozo negro del cual pocos se salvan y nos hemos matado día a día a punta de químicos, drogas y alcohol pues odiábamos la vida, nos odiábamos por no saber disfrutar de ella, no la entendíamos y nunca nos entendieron.
Tuvimos que recorrer los recovecos surrealistas de la maldad y el egoísmo para aflorar como muertos en vida y redimidos por el amor. Que esto les quede bien claro, cuando alabo la paz de un hombre que dormía entre muertos, y yo era una mujer que cambiaba su cuerpo por droga. Entonces lean esto, primero, y sonrían amablemente ante nuestro estado consiente de felicidad puro.
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