La primera vez que sufrí uno de esos ataques, solo s entía que debía buscar la protección de un hospital.
Tal era mi pánico que sudaba profusamente.
Nunca pensé que mi mente me jugara tan sucio como aquella vez.
Bajé apresurada del microbús que debía llevarme al trabajo y sin darme. casi cuenta
estaba internada en la Clínica Mariátegui.
Solo puedo recordar el infierno que era. Allí me o me enamoré de q uien luego haría que mis
días fueran tocar el cielo por momentos y otros buscar la muerte.
En la clínica, una doctora jovencita muy sabia me mandó sacar la prueba de litio.
Recuerdo la ternura de mi padre al acompañarme a la Clínica Cayetano Heredia.
Quizás albergara la esperanza que su hija fuera una enferma más, como lo era él.
Di positivo y me dieron unas series de restricciones, como dejar el alcohol y la noche.
No tuve tiempo de discutir con la doctora pues ya estaba enamorada del paciente más severo , incurable de todos.
Su inteligencia brillante era un rayo en una noche oscura.
Nunca lo olvidé y salí de alta para seguir su rastro por hospitales y centros de rehabilitación.
Tenía los ojos más celestes que jamás vi en otra persona, a veces eran divinos otros, tenían claros visos infernales.Me volví loca de amor por ese hombre. Lo idealicé y casi me cuesta la vida , casarme con él muchos años después. Y otro triste, solitario internamiento por depresión.
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