Y tengo la raza de enviarle un poema de un obsesivo compulsivo a mi hijo.
Con qué derecho, si el desequilibrió lo heredó de mi.
Pobres hijos míos, nunca pude sentirlos pues yo vivía en otro planeta
donde reinaba la locura y la muerte.
Y yo no quería que mi demencia los tocara,
ni con una pluma y me fui a vagar por el mundo,
dando tumbos, hasta que mi padre me llevó al hospital.
Estuve internaba varios meses. Al final, me acostumbré a ese orden
impoluto, y hasta las órdenes sonaban amables .
Estaba en paz.
Cuántos internamientos llevo sobre mi espalda
Los suficientes como para saber que moriré
en un asilo de pobres o ricos,
no importa, asilo, manicomio, hospital, clínica.
Encerrada y sonriente pues es allí donde encuentro mis pares.
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