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lunes, 17 de febrero de 2014


Y créanme cuando les digo que mi esposo fue el heredero del imperio más próspero que este país conoció. Quien lo viera con su gorra al sol, juraría que solo es una creación de mi prolífica imaginación, pero no, Leoncio fue en su época el chico más rico del Perú.
La primera vez que lo vi, vino a mi casa a una fiesta por mi santo. El carro que traía era un deportivo impresionante. La segunda vez fue en Cieneguilla en un asentamiento humano , en una humilde casa que fungía de Iglesia Evangélica.  Así de insólita ha sido siempre mi vida, cambiante, extraña y fascinante. Y ahora me dirijo volando como una paloma a comprar a última hora las pastillas que mi esposo necesita porque es adicto a ellas.  Y, yo como buena co dependiente voy a hacer el mandado , rapidito antes que se impaciente. Que la paciencia no es su virtud.

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