En otra ocasión,el deseo me asaltó feroz por una antropóloga , que llegó a trabajar por días al museo. Yo no lo sabía . Pensaba que esas caderas apretadas en sus pantalones ´serían mi motivación, mi alegría de vivir en el cementerio de cemento del museo.
Recuerdo con mayor nitidez sus caderas anchas . Que si hubiera podido medirlas con las manos, la cadencia de su voz, hablando con total desenfado de sus borracheras con otros muchachos. Si hubiera podido, la hubiera tumbado, allí mismo. Necesitaba beber de su sexo, sentía que moriría si no lo tomaba y la poseía en el acto. Yo olía a sexo húmedo , ella debió sentirlo también.
Lamentablemente no la vi más . Partió a otros rumbos como todos los antropólogos pero estoy segura que ella leyó mis ganas en los ojos, notó mis pezones erectos, grandes hasta el dolor . Me sonreía como sonríen las charapas, con picardía. Era coqueta a pesar de querer parecer masculina, pero sus formas anchas de indígena y esos ojos rasgados los hubiera lamido enterita, con las ganas que le tenía.
Me la hubiera llevado al monte y la hubiera hecho gritar de puro gozo. Quería su concha, su sexo, su vulva en mi boca, las caderas danzando de placer. Sus pechos en mis manos, rozando los pezones negros. Qué rico. Quién mierda dijo que las mujeres éramos suaves en el amor? Yo al menos , soy una fiera descontrolada, obsesiva , carnal, con la piel abierta a sensaciones nuevas. Pero por ella sentí pasión, verdadera pasión.
No sé la razón porque estos ataques sexuales son en mi tan poderosos, podrían tumbarme, pero no ocurre con todas las mujeres, es con aquella que sienta el sexo dispuesto.
Los hombres me atraen pero como objeto de conquista.
Solo con uno tuve sesiones continúas de sexo virtual . El contaba sus experiencias y yo me excitaba al punto que en la décima palabra , ya estaba desnuda. Con él aprendí el placer anal, el orgasmo anal y llegó a ser tan intenso el poder de sus letras sobre mi, que despertaba por las noches a masturbarme para aliviar la tensión sexual que me causaba.
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