Recorre la trenza de músculos,
articula mi cuerpo con tus manos de ave,
con los dedos muy suaves ,
los nervios sensibles,
filigranas de plata.
Derrama tus lágrimas sobre la piel herida.
Calla, no preguntes, sigue.
Aletea , suspira , sopla las brasas de la hoguera,
mudo,
las palabras distraen.
Siente mi peso leve sobre tu espalda.
Mis uñas en tu carne.
No grites.
Quiero saborear la sal de tu piel,
a mi antojo.
Ahora tú eres el preso,
atado a mi deseo
hasta cuando
yo decida.
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