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martes, 12 de noviembre de 2013

Hube de caminar sobre brasas ardientes,
los pies descalzos,
arañar  con las uñas , paredes de yeso
sentir  en mi carne el frío de las noches.
Extraviarme  en  los círculos de Dante ,
bajar a los inframundos ,
para calmar mi sed por conocer el mundo real.

Yo, habitante  de un palacio
vagaba por calles sucias ,
y me confundía entre los miserables,
bebía con ellos  de una misma botella.
Aprendí  su lengua sencilla, sin hipocresías
poetas de modales hoscos y francos,
eramos ya una misma familia. 
Conocí la oscuridad y el delirio.
  
No se es poeta si no conoces  de esquina,
de barrio, de música popular, de hedores a orín
Si no bailaste nunca en la azotea de un conjunto vecinal
hasta el alba , no sabes de fantasía,  de estrellas.
La belleza de la poesía se descubre en las auroras, 
en la alegría de las  fiestas populares , en la  libertad.

En mi pecho ardía un fuego inexplicable,
En  la calle encontré la poesía  transfigurada en mil luces.

Me faltan los versos para cantar a la belleza de lo marginal

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