Tú me enseñaste a jugar,
a contemplar desde la inocencia ,
la belleza del mundo.
Con los ojos cerrados, aprendí a caminar de tu mano.
A rezar, a cantar como una niña feliz.
Te debo mis primeros años.
Más hoy soy una mujer hecha y derecha.
Mis pasos se escuchan alto ,
y no me tiembla la mano si alguien se enfrenta
cobarde a hacerme daño.
Gracias a los golpes,
a cada cabello perdido por el dolor,
por las traiciones,
Soy una mujer fuerte.
Eso tú no lo perdonas.
No te interesan mis heridas ,
Solo tus sobrinos, a quienes adoraba
más que mis hermanos.
Ellos mordieron mi mano una y mil veces.
Eso es el pasado.
No escribiré más sobre ese tema.
Me esperan muchos libros por escribir,
poemas de amor por vivir.
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