Caí en el pozo engañoso de tus ojos tiernos,
desde entonces ,
eres el tormento de mis días,
mi martirio, la ansiedad de no tenerte.
Sé bien que gozas pues el brebaje
que bebí de tus labios,
envenenó mis venas, las arterias,
hasta mi cintura aúlla por un roce tuyo.
Clamo al cielo, aúllo a la luna
me revuelco como una posesa,
vago buscando tu olor a melaza
oliendo las calles, la miel de las flores en los jardines, las plazas.
Este ardor bajo mi piel,
es una agonía interminable.
Da tregua a esta mujer malherida
O te ataré a mi madero,
para morir juntos,
crucificados de deseo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario