Acepto.
Ganaste la partida.
Nadie tatuó mi piel con sangre,
como tú, mi ángel caído.
Después de ti, una opaca soledad trajinará mis días.
Desafiaré a las leyes del tiempo,
a volver a la fuente de la juventud perdida.
Borraré las manchas oscuras bajo mis ojos,
las arrugas marcadas por viejos amores.
Entonces, seré el sol alumbrando de tu vida.
El pan que alimente tu soledad.
Conozco tus carencias, tus silencios,
la tristeza tiznada en tu piel.
Ven a mí, una vez más, sin condiciones,
con la verdad en tus palmas,
sin pedir nada y te daré
el amor que tus ojos claman,
el cariño de una amiga leal.
Es cuestión de valor.
Atrévete.
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