He prometido a las Brujas de Cachiche caminar descalza por los arenales del sur.
Ellas entregarán a mi arribo una pócima ponzoñosa , que solo ellas conocen.
Aún mis pies se despellejen al sol del desierto, debo cumplir la visita.
Las Brujas de Cachiche viven el desierto apartadas de la ciudad y vuelan encima de los tejados por las noches.
Ellas invocan a los vientos de las paracas, remolinos de arena que arrancan árboles de cuajo.
Cubren pueblos enteros si la ira las domina y conocen antídotos contra el mal de amor.
Sé que ellas podrán limpiar mi cuerpo, el alma y la mente de este veneno que me mata de a pocos.
Voy en pos de ellas, sucia de polvo y descalza, tal como convenimos.
Mis pies sangran y sé que utilizan mis propios efluvios y sangre para sus brebajes.
Las encuentro pues reconozco a las de mi palo, vestidas de luto, abanicando el calor del mediodía.
Me indican con señas que me tumbe bajo la sombra.
Descanso profundamente pues he caminado más de 7 horas al sol.
Al despertar, un café humeante y una batea con agua con flores .
Sentada en cuclillas , se inicia el ritual de limpieza, que ellas llaman limpia.
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