En mis tiempos, las chicas de buena familia vivíamos ceñidas al control estricto de la familia.
Eramos mercancía para enriquecer las arcas. Y si, por demás éramos de buen ver, es decir bonitas, los pretendientes se seleccionaban entre los ricos entre los ricos.
O bien, eran las monjas o bien, los padres quienes apagaban cualquier arresto de rebeldía.
Lamentablemente, para ellos, mi espíritu rebelde no se doblegó jamás.
Me golpearon, lloré, castigada tras los muros de mi casa , en verano , las vacaciones enteras. Yo , seguí soñando.
Había leído mucho y fantaseaba con aventuras, tal como una niña.
Y, creo que sigo siendo la misma chica de imaginación desbocaba que sueña ardientemente con la libertad.
Vestir según mi propio gusto, , andar con quien no tiene dinero sino inteligencia y talento , Eso no convenía , pobres padres míos.
Sin querer , me habían convertido en una rebelde a ultranza. O sería la sangre escocesa , que bullía por mis venas.
Y lo sigo siendo con el paso de los años.
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