He de regalar un sol,
que vista tu tristeza,
de resplandores y sonrisas.
Así no recordarás
un amor que nunca fue
sino una pasión maligna,
que apresó mi cuerpo al tuyo.
O el tuyo al mío.
Eso no importa, ya no interesa.
Conozco tus intenciones.
Y te destierro al gobierno de la soledad,
a la orfandad que tu mismo ganaste.
Al frío de esta extraña primavera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario