Le temo a mi piel tiznada de soledad.
A esa fragilidad mía, pasto de todos los animales.
A mis ojos que creen lo que no ven.
Lobos de fauces abiertas y piel suave.
Esos son los peligrosos.
Pisotean jardines ajenos,
arrancan sueños de cuajo.
De un zarpazo arrancan el alma.
La devoran y ríen burlones.
A ellos temo más que a los espantos.
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