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lunes, 24 de junio de 2013

Sin más, una tarde aciaga,
me arrancó de cuajo 
como a una flor marchita.
Decía  temer  mi locura.

Cómo fueron entonces esas noches,
nos  perdíamos en el desenfreno ,
en la dulce e intensa demencia de los sentidos?

Huyó del goce de mi piel.
No quiso consumirse en la pira de la pasión
en el lienzo de mi cuerpo
noche a noche prendía.

Se perdió mis ojos ,
mi dulce y hermoso altar.  

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