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martes, 25 de junio de 2013


Cada  noche  el poeta volaba sobre mis sueños.

Sentía su calor en mi cuerpo.
Al  despertar mi piel era sedosa, 
amanecía feliz sin conocer su rostro.
Un día lo esperé despierta.

Fugó de mis sueños para siempre.
Salí a buscarlo por el mundo.
Encontré  a un  hombre como una estatua.


Tanto ardor lo había trocado en lava.
Sus manos frías,
El poeta murió de pasión
Dejó mi cuerpo cubierto de costras.

Ardua tarea la de arrancarlas de mi piel.


  


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