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miércoles, 7 de agosto de 2013

Mi padre era un médico de pobres entre los pobres.
Pudo ganar fortunas o hacerse más conocido  entre el mundo rico al cual pertenecía, pero prefirió a los dolientes. A aquellos que no podían pagar y recalaban en su consultorio luego de una cita en el Hospital Obrero, hoy Almenara.
Atendía en su consultorio de la calle Chota.
Era un edificio familiar, en cuya segunda planta rentaban departametnos artistas como el gran José María Arguedas con Celia Bustamante y su hermana. El pintor Milner Cajahuaringas , entre otros inquilinos morosos que mi padre no molestaba con asuntos tan pedestres.
Muerto, él , la familia se encargó de cobrar en obras de arte. Yo solo me quedé con un  Humareda. Los demás se exhiben en otra casa.

Una tarde recuerdo el ingreso soberbio de mi madre al consultorio. Quedó estupefacta al encontrar lo que ellla llamó un " Ayllu " . A sus quejas de mujer adinerada de no querer mantener beneficiencias, él le contestó que no existía mayor satisfacción para su medicina que ser recomendado a  los familiares de sus pacientes, hombres del ande con enfermedades como tbc, que otros galenos rechazaban atender. Con gran dolor, mi padre se contagió de la malhada enfermedad de los pulmones y yo sufrí verlo postrado por un año en la cama. Hasta hoy , 20 años después es una herida que sangra en mi piel como una herida abierta.
De esa experiencia escribió un tratado que le mereció el Premio Nacional de Medicina .

Decia que gozaba atiendo a sus familias obreros, pues ellos lo habían recomendado y nada más gratificante que un paciente recomiende a quien alivió sus padecimientos. Y por supuesto que todos se iban con su medicina bajo el brazo  y el pasaje si no lo tenían.

Todas las navidades mi casa se llenaba de aves de corral y hasta un cerdo vivo en gratitud a los cuidados del médico a sus pacientes , no importando  su origen ni el dinero.

El me enseñó a leer a los tres años en las páginas deportivas de los diarios,. De allí mi pasión por los deportes y el futboll en especial. El era del Sporting Tabaco y yo del Alianza Lima .
Mi ritual diario de ejercicios es una disciplina enseñada por él y la realizo con supremo placer pues sé lo orgulloso que él estaría de mi . Soy una esteta de la palabra y del cuerpo. Es un homenaje a él.

Mi padre fue el hombre más guapo de su generación dicho por hombres y mujeres hasta hoy en día.
Recuerdo verlo como un Adonis emergiendo de la piscina del club , altísimo como buen jugador de basquet y con unos ojos inmensos como pozos serenos verdes, como nunca antes volví a ver.Mi hijo tiene sus ojos pero no su mirada.Sentí el orgullo y una especie de temor de perderlo entre las miradas de fascinación de todas las señoras por ese hombre bello. Coqueto pero fiel, flemático pero sensible, piurano con sangre escocesa y humor inglés.

Cada huelga médica, aún siendo el mismísimo Director del Seguro y del Hospital Obrero, el más importante del país , mi padre salía de madrugada a reuniones secretas. Yo imsonme desde niña lo escuchaba salir. Como Diresctor, heredero de la rebelde tradición escocesa rompió de un puntapié el reloj colocado para marcar los horariso. Una humillación inaudita, me confesó.
Y no hubo digrigente más fino para tratar con las altas esferas los reclamos salariales. Y su buenas maneras y ese carácter incapaz de alterarse ni perder los papeles lo convirtiró en un referente en las negociaciones sindicales,

Conocí a altas horas de la noche a médicos ojerosos en torno a un termo de café en mi propia casa de San Isidro. Apristas, comunistas , a aquél Puma, aguerrido luchador, asesinado por el gobierno, pocos días después de aquella huelga nacional. En el palacio donde vivíamos se instauró el silencio.

Leo con verguenza los maltratos , la vergonzante humillación de los galenos, enfermeras y tecnólogos en manos de un hombre estrecho , opaco y sin sensibilidad como todo militar. Gobierno brutal, indiferente , incapaz de valorar a los seres dedicados al prójimo y es una afrenta personal.

Si mi padre estuviera vivo ya se hubiera sentado frente al militar y con esa voz suave y varonil le habría contado por las buenas y con firmeza que brinde los derechos a todos aquellos llegados  de los lugares más recónditos del país a estudiar para curar.

Todos los médicos practicantes, enfermeras fueron mis padres sustitutos cuando mi padre me llevaba a sus guardias con él los sábados y yo correteaba por los parques añosos del hospital.
No es posible que los seres más desprendidos tengan que someterse a duras huelgas de hambre.
Pobre padre mío, si supiera que sus colegas duermen tirados en la calle como perros chuscos bajo la llovizna del invierno sucio de Lima.
Agradezco que no pueda ver nada pues le saldría el escocés y el piurano, caminaría ágil y esbelto a apagar los fuegos. Saldríamso luego, yo prendida de su brazo a las calles , orgullosa de mi papá , el médico de los pobres de alta sociedad.   

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