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jueves, 17 de julio de 2014

Trotando por el fango, que le hundía las patas a mi yegua blanca, nos atacaron dos lobos salvajes.
Mostrando sus dientes feroces asustaron a mi yegua, quien relinchó alto , se paró 
en dos patas, yo caí al barro.
Fue inútil enfrentarse con esas criaturas hambrientas.
Destrozaron a dentelladas las partes más delicadas de mi preciada yegua blanca.
Hundida en la tierra de  barro mojado, pateaba a aquellas criaturas ágiles , sin tocarlas casi. 
Ellas, acostumbradas al ataque a mansalva, se escabullían  tomaban distancia, volvían al ataque más furioso que al principio. 
 Me  incorporé con  gran esfuerzo, enlodada,
Apeada  a la grupa herida , manando sangre , cabalgamos lo más rápido posible lejos de los lobos salvaje.
Al llegar al establo, examino a mi pobre yegua blanca.
Las heridas profundas, la piel desgarrada.
Hasta sus patas sufrieron los mordiscos feroces.
Casi me matan a mi yegua más querida
De emergencia , llamo al veterinario para  vacunarla. .
Le acaricio el hocico, hierve en fiebre.
Desespero, lloro abrazada a ella,
 Rezo , ella húmeda de fiebre, derrama grandes gotas de sal,
adolorida.

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