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jueves, 3 de julio de 2014

Abrazada al pescuezo de mi hermosa yegua blanca. recorremos las tierras altas.
Ella conoce  los  lares   escondidos, sabe de mi tristeza , desea llenar mis ojos de colores nuevos.
Así mi alma saltará de alegría, liberará de penas.
A trote ligero trepamos al monte.
En sus faldas, un valle tan verde  ilumina mi vista, los trigales amarillos, verdes , mostaza alegran mi alma
de ilusiones nuevas.
El paisaje es tan hermoso como nunca antes conocí.
 Los   puquiales,  purísimos   bajan de la sierra ,  riegan las yerbas altas verdes, mostaza. 
Manzanilla, yerba luisa, orégano,    yerbas aromáticas,    de fragancia intensa embriagan mis sentidos.
Tomo un puñado de yerba luisa y otro de alfalfa para mi yegua blanca, que mastica , ensucia  el hocico  de color verde oscuro.
Creo estar en el paraíso .
Ante tanta belleza, que quita el aliento, me tiendo sobre las yerbas para aspirar  la vida con fruición.
 Mi yegua pasta a su gusto en aquellos lares que solo ella conoce.
Aquellos donde crecen las yerbas curativas, que hoy, mi yegua adivina de penas, comparte conmigo.

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