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jueves, 10 de julio de 2014

Gozo contemplando a  mis caballos   pastar en la inmensidad amarilla, mostaza de las espigas de trigo.
Es un mar ondulado por el viento, de colores intensos, hermosos como una pintura de Van Goh.
Si bien , comen alfalfa , barbecho en el establo, después de los entrenamientos diarios , los arreo al campo a pastar libres.
Les  encanta masticar pausada  las semillas de trigo, escupir luego al suelo, como un ritual de disfrute pleno.
Luego  pegan el lomo bajo la higuera más alta, los potros  hacen esfuerzos por alcanzar los higos maduros.
Se ensucian los hocicos como niños chicos de jugo dulce.
A veces,  algunos potros traviesos  comen en exceso, llenan el hocico del fruto.
Por las noches , relinchan de dolor de panza , algunos vomitan y  los más tiernos arden de fiebre. 
Al día siguiente, ellos mismos se curan con yerbas , agua pura, helada  del puquial, que baja de la montaña.
Es difícil controlar a los potros cuando se pierden entre los trigales . Los caballos mayores, las yeguas , sus crías  pelean por un lugar bajo las higueras.  
Ellos mismas se engolosinan con el fruto de la higuera, con tanta fruición como los potros, sus crías.

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