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domingo, 29 de junio de 2014

Por Feliciano Mejía.
Hace unos meses atrás, de los cuales ya no tengo el recuerdo, me desperté una madrugada, lúcido, a las 3h30 am de la madrugada. Y, como casi siempre, cuando ello me ocurre, me planté de frente ante la pantalla de mi ordenador. Me puse a escribir. Revisé el correo diario. Y abrí un archivo de una “poeta argentina” y leí unos poemas tersos, descarnados de florituras y de una diáfana sinceridad desgarrada que me escalofriaron. Esa “poeta argentina” tenía talento excepcional. Y cuando encuentro ese tipo de poetas, me esfuerzo por que rompan el círculo infernal del silencio y publiquen.

De inmediato respondí ese correo de una extraña, pidiéndole más poemas y si desearía publicar en mi revista de Internet (a veces en papel) CÍRCULO DE FUEGO. La respuesta fue rápida y alegre. Para elaborar los números de Ibuk o virtuales, siempre pido una foto y datos bio-biliográficos. Y cuando las demandas llegaron, supe que la tal “poeta argentina” de mi imaginación (no lo sé, pero era argentina en mi cabeza) era peruana, piurana, y vivía en Lima y se llamaba PATRICIA TEMPLE.

Hice el Nº 17 de la revista con ayuda de nuestro editor Rafael Ojeda, presente en este auditorio, lo arropamos en sistema PDF. Enviamos una copia para uso de la autora y lo lanzamos al ciberespacio por todos nuestros contactos habidos y por haber. Y pasamos a otra cosa. A ganarnos los frejoles como todo ser humano común y corriente. CÍRCULO DE FUEGO, la revista, es gratuita tanto para los autores que publican cuanto par la gente que lo recibe. Es no venal por decisión propia. Esto es, no da ni para un té. Y es así, PORQUE LA POESÍA NO SE VENDE, NI DEBE. Lo que a veces se vende son libros llamados poemarios.
Pasados dos meses de ese evento, recibí un correo de Patricia Temple, pidiéndome de nuevo el Nº 17 de CÍRCULO DE FUEGO. Se lo envié. Y luego no sé cómo, “madre mía, Bendición Alvarado”, “tú, madre, no me ayudaste ni tantico así”, me metí, sin darme cuenta, a Editar un libro. Yo no conocía físicamente a Patricia Temple. Más fruto de un intercambio de mails es que sale a luz, bajo nuestro sello, el libro de poemas LA CASA DEL SILENCIO que tiene o tendrán en sus manos esta noche de feliz



presentación pública.
El que no tenga dinero para adquirir el libro esta noche, nos dejan su mail y se lo enviaremos gratuito a su casa, en Ibuk, por la Internet. Yo me comprometo a ello sin permiso de la autora. Si ella se opone, ¡que levante la mano!
Luego ya, conocí personalmente a Patricia y a su esposo Leoncio.
Solo hay una constatación: Antes de editar este libro yo tenía el pelo negro y barba hermosa como baquelita y cara tersa. Hoy tengo el pelo cuasi blanco, en francés decimos: “poivre et sel” y en nuestro runasimi natal, “chuqcha yanayuracha”, y tengo la cara llena de arrugas, con aire de haber cruzado el desierto en busca de una mujer…que me diera un vaso con agua, el alma en pena masticada por los coyotes, y arrugas brunas por toda la cara y algunas partes privadas de mi cuerpo.
Y no es por la intensidad y profundidad y dramaticidad de los excelentes poemas que escribió Patricia Temple para esta CASA DEL SILENCIO, sino por que Patricia me cambió 17 veces la dedicatoria del libro, 7 veces todo el cuerpo del libro, intercambiamos 742 mails con la prisa de que el mundo se acababa, y corregimos 24 veces los textos y tuvimos que ponerles como títulos números (por que, originariamente, los poemas no tenían título) y llegamos a un paroxismo de ciberespacio, donde un poema se metía en otros tres, y tres poemas se concentraban en uno, y ese uno era mejor que los otros tres, y cada uno de los tres, por separado eran mejores que ese uno. Ya casi estaba a punto de agarrar a patadas mi inocente y nueva Mackintosh. La maldecía por ser carro de fórmula uno y yo apenas, chofer de taxi Volswagen brasilero del año 56 del siglo pasado. A veces, a las 11 pm y luego a las 4h20 de la madrugada, abrazaba a mi ordenador y le decía con voz quebrada por la fatiga: “Padre Mío, ¿Por qué me has abandonado?” A esas alturas, el diagramador me miraba con cara de maldito, por las perradas que según él yo le estaba haciendo, con tanto cambio. Y con Patricia, corregimos el machote, dos veces por internet, y una tercera en papel, a la velocidad del rayo, tanto Patricia y yo, cansados, y con ansias de llegar a puerto. Cansados, pero con fuerza y alegría.
De seguro que Leoncio, el esposo de Patricia, se carcajearía de lo lindo al ver este Calvario que ni a Jesucristo se lo desearía.
Pero finalmente el impresor cumplió. Y ahí está el libro. “¡Madre Mía Bendición Alvarado: Me has cuidado y estoy vivo a pesar de todo!”.



Y ahí está la obra.
Patricia Temple está contenta. Y su esposo, Leoncio, está contento. Y sus familiares y amigos están contentos, creo. O, ¿alguien está descontento? Que levante la mano, por favor… Ven…Creo que todos están contentos.
Y los degenerados duendes que de seguro hay en el libro, con alguna errata (nada es perfecto, ni dios que no existe es perfecto, salvo este Editor y Patricia Templo son perfectos…digo, es un decir); bueno, esos duendes que en todo poemario aparecen después de hacernos meter la pata con la falta de un punto o una coma, o minúscula por mayúscula, esos duendes deberán estar contentos.
Y yo estoy contento. Por que he logrado mi objetivo: Que cuando encuentro un talento, como el de Patricia Temple, no se pierda en la frustración y la indiferencia que esta realidad peruana, como mala madre, hace con sus buenos poetas.
Imaginaos el maltrato infame, que uno de los más grandes poetas de la lengua castellana sufriera en Perú: César Vallejo, peruano universal, para ver cómo se trata a los talentos en estas tierras. ¿Sería porque era un militante comunista?
No. No es así.
Uno de los aspectos de esta situación es que no existe una editorial donde los poetas peruanos puedan publicar en Perú. No existe una crítica literaria valiosa, salvo la pobrísima y mercenaria con las que nos topamos en los medios.
Mientras tanto, los más importantes poetas del Perú en el Perú, mueren abandonados a su suerte, sin un seguro social y a veces sin un pan ni una medicina en su lecho de agonía.
Bueno. Pero, no quiero diagnosticar las inexistentes políticas culturales de todos los gobiernos de este país andino y cosmogónico. No es el momento. Pero había que decirlo.
Mas, volviendo al libro. Ni antes ni ahora he intentado diseccionar con erudición debida los mecanismos internos de estas estructuras lingüísticas llamados poemas, creador por Patricia en este poemario.



Eso le tocará a nuestro poeta Domingo de Ramos, el famoso “Pastor de Perros”, aquí presente.
Pero, por experiencia, después de 15 libros publicados y 26 inéditos en estos últimos 48 años de labor literaria, puedo sostener si ambages  que nadie escribe poesía. Que aquel que cree escribir poesía, el llamado poeta con minúsculas, es un intonso. Pues, machaconamente, por enésima vez, sostengo: la POESÍA –todo con mayúscula- está en la realidad. El verdadero Poeta, y esta vez con mayúscula, por un proceso de especialización somática y de psiquis, muy doloroso; y formación inconsciente de su sensibilidad, aprende a aprehender, a coger la poesía de la realidad cotidiana que le toca vivir, con sus cinco sentidos a la vez. A los poetas verdaderos les asaltan al unísono: olores, colores, sonidos, perfumes, sabores tanto de la flora y la fauna y el núcleo social que le toca o tocó vivir. Transportar ese asalto sensorial a sílabas, palabras, engarzar palabras para hacer versos y del grupo de versos el artefacto lingüístico llamado poema; y poema a poema, en labor cuasi de Sísifo, organizarlo en un libro, es un trabajo de alfarero, solitario, de romperse la cara con lo arcano –nadie puede decir, desde que el hombre empezó a captar la poesía de la realidad QUÉ ES LA POESÍA. Pero se la capta, se la aprehende. Es un trabajo de suma dificultad, que nadie paga; que nadie puede pagar. Pero se la hace contra viento y marea de las incomprensiones que a veces suelen ser muy malignas. Cuando un médico atiende a un paciente, primero éste pasa por caja. Cuando uno va a comprar el pan, sabe que tiene que pagar por ello. Ello es normal. Pero al trabajador de poemas y poemarios, nadie le pide rebajas, nadie le dice: ¿Su sueldo de poeta le alcanza para vivir? Por que no tiene sueldo ni nunca lo tendrá. Solo sus libros, si logra publicarlos, le darán apenas para, digamos, cortarse el pelo de cuando en vez. Al contrario. Mucha gente piensa que el poeta es un rarito(a), un tonto que se metió a una tarea donde nunca podrá sacar algo de su TRABAJO para comprar la leche  o pagar el alquiler de la casa, a menos que se gane el Nobel como el poeta Comunista Pablo Neruda. Y pocos otros.
Y el poeta, a pesar de todo, sigue su labor tesonera. A la larga, en la historia de las naciones y los pueblos, veremos que él o ella es la esencia pura de sus sociedades respectivas, su intérprete y su conciencia.
Ello he visto en el trabajo de Patricia Temple.




Y por ello me he metido a fungir de Editor. Nada más. Ayudar a sacar un objeto tangible de papel y cartulina llamado, en este caso, LA CASA DEL SILENCIO, que para mí – por favor, óiganme bien- abre una línea inexplorada en el trabajo poético en el Perú. Sin pedantería, mi intuición y formación de escritor me dicen que con Patricia Temple y este poemario, se inaugura un camino de profundidades que, en este momento no me toca analizar.
Esa es la labor en este momento, en esta mesa, ese es el trabajo, la chamba hoy encomendad a Domingo de Ramos, autor de diversos libros importantes en la poesía peruana, uno de los cuales es Pastor de Perros.
Para finalizar (como diría la cuarta de mis ex esposas y madre de dos de mis últimos cinco hijos, que nunca han podido alimentarse de la venta de mis libros), solo quiero que todos aquí participen conmigo de la alegría de la poesía lograda y dada a luz en los poemas Patricia Temple. Y quizá, después de los vinos de rigor del final de esta fiesta cultural, me ayuden a sobrellevar mis nuevas arrugas y mis canas y barba blanca que, sin darme cuenta, estoy estrenando esta noche.
¡El que esté en desacuerdo que levante la mano!...Bueno…
¡Feliz viaje a LA CASA DEL SILENCIO, y a Patricia Temple!
¡Evohé!

Dejo la palabra al poeta Domingo de Ramos.
Gracias.
F.M., Lima, Perú, 23-25 de junio de 2014.


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