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jueves, 26 de junio de 2014

Mi linda yegua blanca está de regreso  en casa.
De un abrevadero de plata sacio su sed. 
Una sed  larga,  de días áridos de cabalgata.
 Su lengua seca, los dientes mostaza de semillas de girasoles.
Limpio, diente por diente  con una esponja ahuecada como un queso suizo.
Rasqueteo su  piel para recuperar el lustre blanco bajo
una  costra parda de fango.
Amorosas y suaves mis manos,  
humedezco su    cabeza , la patas con agua tibia.
Las refriego de arriba hacia las coces
desde cada coz hacia el lomo.
Ella , serena, erguida, inmóvil.
Su cabeza , el fino cuello  tiznan  amarillo intenso  
de las  muchas semillas de
Su boca babea de los muchos higos dulces de la higuera , de tantas semillas  de  trigo .
La barriga hinchada  como para parir  del banquete de sabores desconocidos, dulces y amargos. como en el paraíso de Adán y Eva.
Las coces heridas por los pedruzcos acerados  de la montaña,
las cura el peón más antiguo. 
Ya presta, inquieta, nerviosa quiere pasear .
No conoce de fatigas, ni heridas,
su pasión por correr arde por las venas de mi bella yegua blanca.

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