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martes, 24 de junio de 2014

La delicada yegua blanca se niega a partir.
Ella no conoce de miedos, 
su alma manchó jamás de gris.
Ama la claridad de la mañana,
la luz  de la tarde al caer el sol
indescriptibles colores celestes, rojos 
siempre nuevos , diferentes.
Sabe que  debe a sus potros pardos 
lecciones de libertad y arrojo.
Retiro resignada sus aderezos , 
Sale veloz, seguida de sus potros jóvenes,
 los caballos hacia los trigales amarillos.
Corretean alegres hasta ensuciar sus hocicos,
las patas de  tierra, semillas de  trigo, girasoles.
Retozan , juegan al ras del campo .
El viento mece las espigas de trigo, los girasoles
como un mar  inmenso  mostaza ,
 amarillo claro, de pequeños soles radiantes
invadido por patas ligeras de potros,
caballos, y una linda yegua blanca,
que de tan blanca es azul.
Remontarán luego, sucios y felices
los caminos hacia las montañas altas,
que de lejos se ven granito
 aquellas, que treparán resoplando , 
trastabillando los peñascos acerados
venciendo, alturas.
Los   corazones hinchados, 
palpitando al unísono
 como tambores poderosos
 hasta las cumbres, los nevados, 
 guiados por el paso seguro de mi yegua blanca, 
que de tanto frío es violeta.
Tirita la manada, tirita por un frío helado,
corta la piel de los caballos más duros.
Los pulmones colmados de un aire purísimo,
que de tan limpio , duele.
A lo lejos se divisa la manada 
puntos  pequeños de colores pardos, blancos, azules 
y violetas.
Cada vez  se alejan más de la vista.
Yo sigo el paso de mi yegua blanca, 
que de frío es violeta. 
La reconozco aún sea el infierno, por su estampa
erguida, elegante, sus pasos delicados.
Mi linda yegua blanca que de tan blanca es azul,
tornó  violeta por el frío, 
es por hoy guía de montaña.




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