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miércoles, 25 de junio de 2014

La aurora estalla  en luces cegadoras .
Rayos  amarillos, naranjas pintan de colores el pico de la montaña.
A lo lejos , unos puntos pardos casi imperceptibles saltan en la cumbre azul acerada. 
Juegan con las nubes , se envuelven en sus mantos claros, beben gotitas de agua sin esfuezo.


Reconozco las piruetas de mi hermosa yegua blanca, su gracia de ballerina sobre  la nieve  que de tan fría es violeta.
De pronto, pierdo de vista la manada , mi yegua blanca , que de tan blanca es azul, desaparece . Escucho el silencio de las cumbres eternas.
La   manada  desciende por las faldas  irregulares de la montaña , lajas negras, grises. 
Las coces trastabillando, pedruzcos grises , 
 Los hocico dilatados , los  olfatos afilados  olisquean desesperados entre la nieve    cardos, yerba verde de primavera.
Mi yegua blanca que de tan blanca es azul ,encabeza el descenso
al valle. Resoplan, trastabillen  sus patas, escupen, hinchan el pecho, casi por reventar,
 siguen a la yegua, brillantes de sal.
Largo  es el trecho, helado el viento.
Corta las pieles trejas  de los potros.

 El hambre  cegador, apura el paso.
 Duro,  peligroso  es el descenso   por el cascajo traicionero de la montaña. 
 Otean  el    valle verde, amarillo como un oasis
que se extiende  lejos .
Un  paraíso   para sus huesos de patas cansadas , adoloridas.
Tras horas de arduo camino,  por fin   se lanzan sobre el campo fértil , verde intenso ,  de girasoles altos , trigales , higueras perfumadas.
Arrancan con furia  los frutos. Mastican gustosos semillas . Escupen, respiran serenos , hasta colmarse.
Descansan bajo la sombra fresca de los altos girasoles  amarillos, mostaza, su rítmico vaivén. Alcanzan los higos dulces, saborean con fruición. Mi yegua blanca es frugal, algunas semillas y un higo satisfacen su apetito.
Un tiempo más y partirán , cabalgando ligeros a casa.

Nunca olvidarán la aventura de conocer las nieves perpetuas,  
el frío helado 
bailar libres sobre el pico de la montaña, que de tan blanca es azulada,  guiados por la bella yegua, que de tan blanca tornó 
violeta, pintando de  colores  la nieve eterna.

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