Son serpientes, las que devoran mis entrañas.
Las veo, arrastrarse sigilosas, enroscarse a mi tobillo
Recorren mi cuerpo a su antojo
Mato y aparecen más.
Felizmente no logran inyectar su veneno.
Han hecho de mi cuerpo su reino.
Las quemaré vivas.
Se retorceran mudas de dolor
Solo así me libraré de su ponzoña esclavitud.
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