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viernes, 23 de enero de 2015

Vivo para  sentir  el perfume, la fragancia inundando mis fosas nasales,  atorando mi garganta.
bajando rico por el cuello, envileciendo mis sentidos.
Aletargando movimientos, creando ensueños, que bien, se pueden tocar con las manos, desde el lecho,
 donde permanecemos casi todo el día.
Pienso,  me muevo, dormito por  la maldita fragancia. 
Y es,  que uno se siente tan embebido, tan aletargado,
 fuera de esta realidad , que es fácil ,  no creas ,
es muy sencillo aficionarse.   Aspirar las matas y crear tus propios  paraísos es el parnaso.
Unos  enfermeros han destilado químicos  semejantes a la fragancia.
Pretenden venderlo como sustituto químico, esos desgraciados.
Eso será para quienes no se atreven a irrumpir la noche
con pasos ligeros para arrancar la mata deseada .
Será para aquellos idiotas que quieren hacerlos ricos a nuestra costa.
A mi me gusta aspirarla con fruición de adicta , con los sentidos alertas, despiertos aún en medianoche, y sentir de a pocos  el adormecimiento de los miembros,
la laxitud de mis músculos y esas imágenes tan  lindas que rondan tu espacio al poco tiempo.
Es tan placentero , es adictivo, lo sé bien.
Yo sufro con ello,
No entreno bien pensando en procurarme la dosis siguiente.
Mi mente , mis ideas, mis reflejos están al servicio de la fragancia.
Es así como nos tienen contentos, y nadie sueña en fugar de esta clínica.
Solo algunos, como yo ,que ya deseamos cada vez mayores  dosis de fragancia, en forma de intravenosos vagamos inquietos como perros por los jardines a toda hora.
Somos pocos, pero somos.
Algo ocurrirá pues no caeremos en manos de esos sucios enfermeros mercenarios.
O los matamos y le quitamos el sucedáneo. 
Los matamos, simplemente por querer beneficiarse 
de nuestra necesidad.

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