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jueves, 29 de enero de 2015

Una ráfaga de viento elevará mi cuerpo , como una cometa,
luego descenderá hasta lo profundo del abismo. Allí me estrellaré.
Será  una mañana de verano bajo un cielo rabiosamente azul.
Debe ser una mañana diáfana  para ver las piedras al fondo y oler la fragancia marina antes de perecer.
Y un cielo como solo luce  en la plaza de la media luna. 
Me iré sin ningún acompañante.
Qué   sabrán ellos de mis dolores y mis angustias.
A mi partida, nadie extrañara mi ausencia.
 No tocarán campanas de luto en la iglesia .
Ningún aviso en el diario.
A las suicidas se les exonera de esos horribles trámites.
Algún curioso  preguntará alguna vez por mi.
Amigas no tuve. Amigos , sí , a pesar de mis desapariciones y apariciones a presentar mis libros.
Un esposo que se consolará pronto , una hermana aliviada de mi presencia. 
Y basta.
Vendrán mis hijos a arrancharse mis pocas cosas, el departamento y las joyas. 
No vale la pena malograr la vida de nadie dedicándole una nota de despedida.
Solo digo, enfática, muero por no culminar una obra. La obra que debería sobrevivir a mi muerte.
A lo olvidaba, a aquél canalla que enfermó mis horas, le deseo un viento feroz que aturda su mente,
y cargue mis huesos sobre su conciencia.
Nada más.
A aquellos lectores fieles de estas letras, un adiós , un hasta mañana, pues es seguro, que mañana fluyan por mis venas las ganas de luchar, de escribir y hasta logre mi obra maestra de tanto insistir.
Mi cariño eterno, si es que existe la eternidad, si no, mañana nos encontraremos como cada día,
A ustedes sí, mi gratitud.

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