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viernes, 23 de enero de 2015

Atada al perfume del follaje salvaje,
despierto ansiosa en mitad de las noches por  ir a  oler las flores.
Arranco de cuajo una mata.
( cuando nadie me ve )
La acaricio contra mi rostro,
las froto contra mis fosas nasales,
mi cuerpo entero se perfuma de la esencia bendita. 
Y es  una tibieza en la piel, una flojera 
en los huesos ,
que los músculos se  estiran solo por acercarme a la mata. 
Cuelgo las yerbas en mi ventana.
Así  la brisa marina, agudizará el olor bendito.
Adicta , ebria, del perfume  adorado 
Nada emprendo , nada pienso,
sino en seguir oliendo, el perfume de flores.
La fragancia de follaje salvaje domina la voluntad de los habitantes los pacientes.
Es por ello, pienso,  en un rapto de lucidez ,
no intentamos huir de este lugar.
Estamos atados al perfume del follaje.
Aquél que cubre las rejas invisibles del encierro.

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