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domingo, 25 de enero de 2015

Repaso mi cráneo pelado con las yemas.
Aquí no usamos espejo.
Siento raíces chamuscadas, claros , mechas cortadas irregulares, a la mala, decimos aquí.
Lo único valioso, lo más importante es la sobre vivencia de una  mata de cabello verde,  un mechón largo sobre mi rostro.
Color clorofila, color del arbusto,  que acerco a mis fosas nasales,
en todo momento, para aspirar y deleitarme de vivir en otro mundo, en otras dimensiones Olvidar también la violencia , lo abrupto
de los hechos. Todo mi cuerpo huele a humo , mi piel , los músculos agarrotados,
maltratados por tantas manos, que no recuerdo ya.
Ignoraron esa hirsuta mata, esas raíces que con vida y fuerza nuevas crecen y pueblan mi cabeza.
En breve, no tendré que salir a buscar ningún arbusto salvaje.
Seré yo misma el arbusto, caminando entre largos follajes, vagando entre las nubes placenteras de su fragancia.
Es el premio a mi tenaz amor a la fragancia, mi pasión a la floresta salvaje, a ese olor que me revive,
me seduce, me ama y  amo.

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