Escribo, las manos ensangrentadas ,
el grito raspando la garganta,
pues no puedo aullar
este dolor maligno,
que me acosa noche y día.
Escribo , las manos ensangrentadas,
pues si no escribo
se cerrarían mis párpados,
mis pupilas morirían
por la necesidad de escribir.
Este grito silencioso,
por la herida en el alma.
La ansiedad que me carcome,
los domingos,
siempre los domingos.
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