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domingo, 5 de enero de 2014

Escribo, las manos ensangrentadas , 
el grito raspando  la garganta,
pues no puedo aullar 
este dolor maligno,
que  me acosa noche y día.
Escribo , las  manos ensangrentadas,
pues si no escribo
 se cerrarían mis párpados,
mis pupilas morirían 
por la necesidad de escribir.
Este grito silencioso,
por la herida en el alma.
La  ansiedad que me carcome,
los domingos,
siempre los domingos.

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