Presa de tu cara de inocencia,
de quien es capaz de huir a la carrera
de vergüenza
caí en tu trampa.
El juego salió perfecto para ti.
Yo era la dueña todopoderosa,
tú, un simple asistente,
sin invitación.
Confesaste tu timidez
con ayuda del alcohol,
conmoviste mi alma,
hasta el tuétano,
con esos ojos tiernos
de ternura pura.
Ya es muy tarde
para dar marcha atrás.
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