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sábado, 27 de junio de 2015

Y como la resaca de una ola gigante ,  entre un racimo de gentes , aparecimos nosotros, caminando a gatas como niños.
Riendo , como locos felices de haber escapado del tormento de una ciudad gris.
Nadie sabe a ciencia cierta que ocurrió, pero aquella ola gigantesca nos echó a las orillas de esta playa 
de arenas tibias , a vivir como verdaderos seres humanos.
Y a olvidar aquello que no importa nada de nada Y mueran aquí  las apariencias, la moda, la  amistad por conveniencia ,el interés material y toda esa bazofia de la sociedad de consumo
. Entretanto, dedicamos las horas al amor , a reconocernos como amigos en la esencia pura de la amistad y a disfrutar del goce de los sentidos. De cada uno de los sentidos en su justo valor.
El calor sobre la piel, la tibieza de la arena , nos vuelve criaturas cada vez más sensuales, más conscientes de nuestro propio cuerpo. 
No es raro entonces vernos revolcarnos de a dos o de a tres por la arena solo por sentir la caricia de la arena en la piel y la libertad nueva en el cuerpo. Sentir el tacto, el olor de la piel ajena , amarla como propia no importando sexo o color 
 Hemos vuelto a gatear como niños chicos, para sentir el olor de la arena húmeda , a ladrar como perros chuscos para divertirnos y sabernos dueños de nuestras libertad y saltamos y jugamos pues aún sin edad definida somos nosotros quienes gozamos de nuestros años según mejor nos gusta . Y nos encanta ir desnudos, acariciando al compañero , amando a la pareja y cuando se tiene ganas de estar solo, se invoca a la columna , nos tendemos sobre la arena y cae sobre el que desea una llovizna de arena fresca que es una caricia de deleites y disipa las ideas, además.
Por ello en la arena sonreímos siempre pues nuestro estado es de gracia , y creo que pocas son las sociedades , las culturas que se precien de vivir en perenne alegría.

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