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jueves, 25 de junio de 2015

Ella quería recorrer   las arenas doradas brillantes  relucían como  oro en aquellas tardes cálidas.
Correteaban libres por las dunas,  por las hondonadas la mirada fija en la arena.
¿ Qué sería de ellos si encontraban oro?
Nada cambiaría, pensaba la mujer . Una pepita es tan solo una muestra, no una veta. 
Ella siempre práctica. Y lo único que realmente les interesaba era seguir viviendo al lado de la playa, junto a su tibieza , a los días cálidos de invierno cuando el sol hacía el milagro de brillar rotundo en un cielo rabiosamente celeste, como en verano en pleno agosto 
No  podría pedir a la vida más que vivir mis días de invierno bajo el  sol cálido y la arena tibia de esta playa, riendo tomada de tu mano.
Días y tardes luminosos en invierno, caminando al lado de un mar salvaje.
Creo que hemos encontrado al fin nuestro lugar, aquel donde somos los reyes y nos sentimos como tales. Es el lugar que nos acoge en su tibieza y nos enciende en su luz solar.
Parece que hemos llegado a nuestra morada final, al sitio donde nos sentimos uno con la naturaleza.
Y bendecimos a Dios, a los dioses por nuestra gran suerte .

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