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lunes, 23 de febrero de 2015

Nina corría libre como un venado  por los pastizales. 
Descansaba sobre el mar de maizales  los primeros rayos de sol, y cuando el deseo aparecía poderoso , se desnudaba en pleno campo y se regalaba el placer que su cuerpo clamaba  a gritos.
Ella pensaba que debía cansar  sus músculos para resistir el embiste de  la sed inagotable de su piel . Era en vano, a más ejercicio, el deseo la doblaba,
la derrotaba en cualquier lugar, a  campo traviesa. Ella gozaba observando la transformación del pubis, hinchado de sangre, la orquídea era pulpa jugosa de un fruto con vida propia. Sus senos crecían y  la entrepierna lloraba miel.
Tanto placer para uno sola, pensaba cuando saciaba su apetito y evocaba las manos de Dámaso.
Nina temía apartarse del plan 
El se mostraba más asequible, cálido ,una vez transcurridas algunas semanas . Se conmovía por esa ansiedad  casi infantil y como sosiego la invitaba al caer la tarde a conversar y beber. 
Nina no estaba acostumbrada al licor . El hombre cuidaba de ella ,cuando al tercer vaso de cañazo, ella caía desmayada sobre el piso de tierra .
El cubría amoroso su cuerpo y cuidaba su sueño, maldiciendo entre diente la hora que se le ocurrió abrir la botella.
Al despertar, Nina, con un terrible dolor de cabeza, le increpaba como un gallito,
el haber perdido el tiempo . En vez de emborracharnos-  decía furiosa - hemos estado ebrios como cualquier pequeño burgués. Solo nos faltó el whiskie.
Es que la ansiedad y la impaciencia eran tan propios de ella como el reposo y el silencio en aquél hombre misterioso, bruñido, .
Tendría mujeres? ya esas ideas rondaban la mente de Nina.
¿ Quién sería aquella ,que fue capaz de abandonarlo? .
Ella admiraba su pecho ancho de campesino, y sin querer aceptar la idea,
empezó a desearlo en sueños y cuando era presa del deseo.
Sabía que esas manos endurecidas harían temblar su piel de seda al solo roce de su cuello.

Continuará

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