Nina amanecía escuchando los murmullos de las voces de los hombres. Las confesiones, que se hacen a la luz de un candil ante de las primeras luces.
La estatura moral de los dos camaradas, su valor crecía ante sus ojos con las horas , los días. Ella, silenciosa bebía cada palabra , cada concepto con sincera humildad.
Sintió culpa y vergüenza por haber querido salir ella sola a buscar a los camaradas. Hubiera traicionado el plan por puro capricho.
Ella hizo una severa auto crítica de su conducta y con verdadero arrepentimiento se prometió escuchar y aprender. No creería ser la revolucionaria que salva la sociedad sin siquiera haber cumplido una misión de riesgo.
Santos había purgado cárcel no una, sino muchas veces. Sus cargos fueron muy graves pues incluían la muerte de un policía. Las órdenes de captura sumaban docenas.
El se paseaba con la cara descubierta por los poblados de la sierra, los valles y las alturas con la agilidad, el sigilo de un zorro.
Desafíaba todos los peligros, instruyendo a los campesinos, levantando pequeñas asonadas, que pronto se convertirían en grandes movimientos que transformarían la sociedad. Y él no hablaba solo de tierras. Era la minería , el tema que no lo dejaba dormir por las noches.
Los gringos, las empresas ricas extraían para si las riquezas de los minerales.
Esa era una explotación ancestral . Ahora se sumaban las empresas que arrasaban poblados ,afectando la salud de los comuneros por los minerales venenosos que empleaban . Moría el ganado, los niños nacían raquíticos. La tierra estaba contaminada.
Era de suma urgencia trasladarse a Cajamarca , a Moquegua a levantar a la población y crear conciencia en Lima, que como solía ser se toman las desiciones.
Santos contaba con el apoyo incondicional de su pareja, que como periodista manejaba información privilegiada.
Nina se sintió nuevamente pequeña e inútil pero su voluntad era inquebrantable.
Ella había salido a buscar la justicia social y en el camino aprendería de Santos y del resto de camaradas que no tardaban en arribar.
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