Antes de la llegada intempestiva del marido,
la mujer y yo dedicábamos las horas a descubrir lo que ella llamaba el gobierno del cuerpo. Esto era el descubrimiento mutuo y fervoroso de aquellas zonas que nos procuraban placer. Recuerdo una tarde que ella alcanzó un placer intenso , acariciando yo bajo su codo . Eramos libres en toda la expresión de la palabra de descubrir en la otra y en el propio cuerpo cualquier resquicio oculto de deseo.
El torso, mi cintura , la espalda baja y los senos eran mis zonas favoritas, por excelencia.
Y así pasábamos las tarde dedicadas a procurarnos el gusto Así lo llamaba ella.
. Desnudas, entregadas en cuerpo y alma a una pasión, que me enseñó que el cuerpo es fuente de mil deleites. Sea acariciado por hombre o mujer, pero bien palpado, era el lienzo que calmaba cualquier sed.
Casi no articulábamos palabras , apenas comíamos. Nos bebíamos y devorábamos una a la otra , con tal fervor que nuestros rostros lucían delgados macilentos,
ya que casi no salíamos de aquella casa de esteras. aún el calor arreciaba.
Continuará.
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