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sábado, 14 de febrero de 2015

Dejé a Alida con u esposo. 
No supe nunca más de ella . Pero aparece en mis recuerdos y  me visita siempre por las noches.
La evoco en días de llovizna, repaso su cuerpo salado en el recuerdo, la suavidad de su piel,
el poder inconmensurable de su sexo.
Me pregunto entonces, qué haría esa mujer sencilla y poderosa , al mismo tiempo
de estar en mi lugar.
Estoy segura que no actuaría con miedo. Ella iba e iría siempre un paso siempre por delante. Hacia donde su instinto le dictara.
Lo pienso pues caminé mucho al dejar su cálido hogar en aquél pueblo pesquero.
Al salir como diablo por el tejado, pude ver al fin el mar hermoso y enterarme que ese pueblo candente a toda hora se llamaba Paita.
Mi padre era de la capital de esa provincia y por él había surcado mil desiertos.
Las mujeres de esa zona del litoral eran en su gran mayoría mujeres muy hermosas y por sobre todo libres.

Una tierra tórrida lejana de todo pero intensa en su clima y en sus pobladores.

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