Fueron largas noches en blanco en torno a un thermo de café , Nina, Dámaso y Santos trataban en susurros el arribo de
de otros compañeros que bajaban de las alturas.
Debían organizar la logística de aquellos bravos hombres : No tardarían en llegar hambrientos, con noticias frescas. Su llegada no debía despertar sospecha alguna entre los pobladores.
Nina estaba furiosa . Le encargaron ocuparse de la alimentación y las tareas, que ella consideraba no merecía cumplir. Le faltaba aún mucho trecho en lo que a la labor de un revolucionario. Nada dijo.
Masticando su rabia, supo que aún entre los revolucionarios prima el machismo.
Era la tarea encomendada y disciplinada obedeció y preparó los alimentos casi para una tropa sin chistar. La procesión iba por dentro.
Nina aún era muy joven para aceptar que las taras ancestrales, como el machismo, subsistían hasta entre los hombres más progresistas .s.
Una vez iniciada la acción, Niña sería la mujer alzada en armas más aguerrida jamás vista por esas tierras. No le temblaría la mano a la hora de ajusticiar al enemigo . Esos eran sus propósitos, a manera de revancha. Dámaso leyó la contrariedad en su rostro . Con ternura, explicó que su tarea era fundamental, que la revolución se hacía entre hombres y mujeres sin distingo, de manera colectiva , sin personalismo.
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