Nina extrañaba el mar.
Su fragancia al alba. Reconocía los diversos tipos de marea y sabía leer en la espuma, cuando la marea venía cargada de peces. Los ocasos de mil tonos de rojo y amarillo.Los panes con pescado del muelle
Su compromiso con la lucha demoraba una eternidad.
No había noticias desde la última misiva de los camaradas.
A veces, aún a su pesar , Nina caía en una melancolía profunda.
Dámaso leía su pesar en ese cuerpo de miel, pero no podía hacer nada más que amarla. Y ella se consolaba con ese amor maduro pero creciente que se apoderaba de su cuerpo, de su piel, de cada poro , Sus entrañas clamaban por él.
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