Ven a mi vera, muchacho,
Mi cuerpo despertó rociado de deseo,
mis piernas, la entrepierna palpitan , inquietan,
claman mis montes ,se empinan en pos
del alivio de tu boca.
Mi cuerpo cobró vida.
Esta inquietud, la desesperación
por saciarme de un cuerpo terso,
este ímpetu, vivía cubierto por las sombras.
Apura, muchacho.
Debemos amarnos tras el follaje,
bajo el tórrido sol.
Ocultos y ardientes
dulces y violentos
Zarpazos sabios de amor.
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