Dámaso hacía el amor clamando ternura en cada gesto , en cada pliegue de su piel áspera.
Hacía tanto no acariciaba una piel tersa, y las caricias de Nina, le incomodaban al principio por el tiempo y las durezas vividas pero se fue haciendo a su cuerpo de venado.
Y Nina le entregaba esa dulzura a fuego lento, demorando los movimientos para disfrutar su cuerpo de hombre maduro, como quien saborea mejor la piel que devorará. A ella le gustaba manejar el ritmo , dominar a aquél hombre a horjarcadas entre sus piernas,
Primero era el ímpetu , luego el ritual cadencioso de que ella imponía. Cuerpos que se funden , estallan, se derrotan y renacen rocíados , riendo unas veces , llorando, otras .
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