Nina se debatía entre el placer dulce de los besos de Dámaso y la desesperación por iniciar la lucha.
Algunas noches, maquinaba la manera de huir de casa de su amante e ir ella sola en pos de los camaradas.
Dámaso había despertado a una nueva juventud. Su cuerpo revivía en cada encuentro con Nina pero encandilado por los sentidos, descuidaba sus tareas.
Nina no quería ser ingrata pero ella no había nacido solo para complacer al líder o a su propio cuerpo. Ella disfrutaba del sexo pero vivir en función del deseo de un hombre que descubre una adolescencia tardía y olvida sus deberes , le causaba rabia, frustración.
Ya se asfixiaba junto a él, Si no la asaltaba en cualquier momento para hacer el amor no conversaban más. Y¿ cuándo llegaban aquellos compañeros ?. Ella buscaba y rebuscaba entre sus cosas y no hallaba más que papeles viejos de antes de la cárcel. Temió que Dámaso soñara con una asonada que solo existía en sus sueños.
Demoró una larga noche en tomar la decisión de abandonar ese poblado y a aquél hombre tierno, cuyos ímpetus sexuales anularon su fervor revolucionario.
Debía huir pues permanecer más tiempo sería encariñarse con él más de lo que ella se permitía. No deseaba hacerlo sufrir.
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