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domingo, 15 de febrero de 2015

Antes del alba, bajaba al muelle a tomar el café negro de las señoras,  con sendos panes con camote  y pescado, que amorosas ofrecían  sin querer dinero a cambio. 
Entre ellas surgió la inquietud, la idea de buscarme un novio, acorde a mi condición de limeña.
Descarté a los jóvenes estudiantes de la pensión por considerarlos poco viriles.
Ya me había acostumbrado a admirar las espaldas anchas de los pescadores, imaginar su piel árida, salobre de tanto mar.
Yo no decía nada a cuanto pretendiente se me proponía.
Una mañana fui acompañando a una de mis amigas a llevar pescados a Colán.
Pude conocer el famoso balneario, que amaba mi padre  , la primera iglesia que fundaron los españoles por estas tierras americanas y en especial , el pecho musculoso de un pescador de las cabañas ,que salio a curiosear.
Nuestras miradas se engarzaron y yo, acostumbrada a las libertades de Alida, lo desnudé sin miramientos con mi grandes ojos oscuros.
Volví a sentir el estremecimiento en el cuerpo. 
Sentí que si aquél hombre me pedía que me quedara con él, el resto de la vida lo haría, con tal de poder acariciar , besar ese torso de toro.
No supe , no pensé que los hombres además poseen miembro viril.
Pedí regresar inmediatamente pues mis pantalones habían manchado del deseo por este varón descomunal.
Supe que la mañana siguiente volvería por él,solo ese pecho varonil.

Continuará

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