Madeleine
Digo tu nombre, Madeleine, y tienes el sabor de la ternura.
Las praderas amarillas se mecen al viento
cuando tu cabellera baila a tu paso de reina,
la vida sonríe cuando te ve pasar con tu estampa de reina.
Nadie nunca esperó tu arribo con tanta ilusión.
Eras la princesa, la bien amada, el milagro de la creación de quienes rodearon tu infancia.
Más, creciste con tus pies de muñeca pegados a la tierra,
mirando el mundo con ojos de adulta, con alma de dar y entregar.
Tus días no debieron ser fáciles.
Eres coraje vestida de frágil flor de seda,
una sonrisa dulce tras un carácter férreo,
y un corazón inmenso, que no es de esta galaxia.
Yo quisiera regalarte todas las estrellas, los luceros,
las tres Marías y mil veranos inolvidables.
Solo digo , me siento bendecida de conocerte
y cada día me sorprendes más.
Mi admiración y cariño
crece como el sol al atardecer.
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